jueves, enero 21, 2010

Cartas...

Voy a contar un cuento que me contaron como cierto, supongo que a lo mejor conoces a sus protagonistas, o a lo mejor conoces el café en el que se conocieron.

Él estaba allí esperando una cita que no iba a llegar, claro, que si hubiera sabido que no iba a llegar no habría ido a aquel café. Pero bueno, el haber ido hizo que la encontrara a ella.

La vio sentada en la mesa de la esquina, esa mesa en la que alguna vez nos hemos sentado tú y yo para decirnos verdades como puños, y ella leía un libro y tomaba a sorbos una infusión. Él la vio tan hermosa, ahí en la esquina que parecía la mujer de otro, y no pudo evitar el acercarse para decirle algo porque sabía que la vita no iba a llegar.

Lo primero que hizo fue preguntarle por el libro que estaba leyendo, con tan mala suerte de que no tenía ni idea de quien era el autor, ni de que iba el libro. Pero bueno, nuestro protagonista era un hombre curtido en la noche y en hablar con otras personas y acudió a otras estrategias que, en otros momentos, le habían surtido efecto, y le preguntó.

Y bueno, si en gustos literarios no coincidían, sí fue en otras cosas. En un principio nuestro amigo, comenzó a contar demasiadas mentiras, pero le pillaban en todas. Así que, si no coincidían en gustos literarios si lo hicieron en gustos cinematográticos y quedaron para el fin de semana siguiente ir a ver una película juntos.

Nuestro amigo es un farsante y al terminar la película se puso a llorar a moco tendido, una estrategía que le dio resultado, porque ella le cogió de la mano y así salieron del cine. Y él le pidió que fuesen a tomar una copa y a seguir contandose verdades y ella dijo que sí.

Tambien coincidian en gustos musicales, y al fin de semana siguiente se fueron a un concierto . Él le preguntó si le gustaban los canta autores y ella le dijo que sí, y se fueron al concierto de un tal Ismael Serrano, y cuando él cantó una canción de un diputado que se enamora de una chica joven, ellos se cogieron de la mano, y esto de cgerse de la mano se hizo una costumbre que cada vez repetían más, igual que lo de quedar y decirse verdades.

Pasó el tiempo y una mañana se levantaron dándose cuenta de que el uno estaba terriblemente enamorado del otro, de que el uno no podía vivir sin el otro.

Y quedaron en el mismo café en el que se habia conocido, en la misma mesa, y cuando él fue a hablar, ella le cerró la boca con su mano y le dijo : "Calla, sé que me vas a decir que me quieres más que a nada en el mundo, que sin mi no puedes vivir, que me necesitadas para todo. Pero te tengo que decir que yo...tengo que irme, que también te quiero más que a nada, pero tengo que irme. Que me tengo que ir lejos y por mucho tiempo, ¿qué te parece? Y el dijo que le parecía mal y casi prefería que se quedase. Pero ella dijo que no se preocupase, porque ella cada quince días le iba a mandar una carta de amor. Una terrible carta de amor en la qu el econtaria lo que había hecho, lo que no había hecho, lo mucho que le queria. Y él dijo que que "bueno", que seguía prefiriendo que no se fuese, pero ella se fue.

A los quince días, puntualmente llegó la primera carta a su buzón y él la abrió nervioso. Y allí ella le contaba lo que habia hecho, lo que no había hecho, lo que harían juntos, lo mucho que le queria y lo mucho que le echaba de menos.

Pasaron otros quince días y llegó la segunda carta. Pasaron otros quince días y llegó la tercera. Y él vivía marcando en el calendario los días, soñando que llegara ese decimoquinto día en el que llegara esa carta en la que ella le diría: "Muy pronto amor mío, muy pronto estaremos juntos".

Pasó el tiempo y sus cartas casi no cabían en la mesita. Y él pasaba el tiempo leyéndolas y las releía de camino al trabajo y por las mañanas cuando se levantaba, mientras comía y a veces tambien mientras dormía, leía aquellas cartas, aquellas hermosas cartas de amor que ella le mandaba puntualmente cada quince días.

Aquello era su más preciado tesoro, asi que nuestro amigo se compró una gran caja fuerte para meter todas las cartas. Y alli fue mentiendo las cartas y pasó mucho tiempo, quizas diez años, quizas quince, no lo sé. Pero un día dejaron de llegar aquellas cartas de amor. Él pensó que podía ser un error de correos, que quizas se habia extraviado una de las cartas. Y pensó eso el decimosexto día, el decimoséptimo, pero cuando pasó un mes se dio cuenta de que no iba a recibir más cartas.
Sin previo aviso habían dejado de llegar y él ahora vivía aferrado a su memoria, aferrado a su pasado, leyendo aquellas cartas de amor que aquella mujer le enviaba cada quince días. Y las releía, las abría y las guardaba cuidadosamente en el sobre y las volvía a meter en aquella caja fuerte repleta de cartas de amor.

Un día nuestro amigo salió de casa con tan mala suerte de que entraron unos ladrones y al ver la caja fuerte pensaron que contenía grandes tesoros y riquezas y se la llevaron. Imagínate la desolación de nuestro hombre cuando llega a casa y se da cuenta de que le han robado lo que más queria; aquellas cartas de amor, aquella caja fuerte llena de cartas de amor en las que le contaba lo que le queria, lo que había hecho, lo que harían juntos, lo mucho que lo echaba de menos... Y, desesperado, nuestro amigo se fue a la calle a preguntar como un loco por las aceras a la gente por una caja fuerte llena de cartas de amor.

Imagínate también el enfado de los ladrones cuando abrireron la caja fuerte en su escondite y descubrieron que estaba llena de cartas de amor que una mujer le escribía a un hombre desde muy lejos, contando lo que hacía, lo que no hacía, lo que harían juntos, lo mucho que le quería y lo que le echaba de menos.

A veces sucede que los ladrones son buena gente y cuando el jefe propuso que lo que habia que hacer era quemar las cartas o lanzarlas al río, a uno de ellos que sabía lo que era el amor, se le ocurrió otra cosa.

Pasó el tiempo y después de buscar las cartas por toda la ciudad, nuestro protagonista volvió a casa desolado, mas flaco, mas triste que nunca. Y creyó ver algo en el buzón. Al abrirlo, encontró la primera carta que ella le había escrito y la leyó como la primera vez. En aquella carta ella le contaba lo que había hecho, lo que no había hecho, lo que harían juntos y lo mucho que lo quería.

Pasaron otros quince días y llegó la segunda carta, pasaron otros quince y llegó la tercera...
Los ladrones y su generosidad decidieron mandar las cartas puntualmente cada quince días, en riguroso orden, tal y como ella lo había hecho.
Y ahora nuestro hombre, resucitaba con la esperanza de encontrar al decimoquinto día la carta en la que ella le dijera:
"Muy pronto amor mío, muy pronto estaremos juntos"

lunes, enero 11, 2010

FueGo

Soy la mentira forjada en el fuego,
soy la decepción de una vida de sueños,
soy la mirada de rencor,
soy la marca del dolor.

Yo creí en tus besos,
yo revelé la verdad,
yo me aferré a tus cabellos,
yo sufrí sin piedad.

Prometiste sin palabras un cielo y un sol,
creí en tus dedos, en tus labios y en tu calor.
Pensé que esta vez sería mío todo tu amor,
me tuviste en vilo con tu pasión.

Imaginé un día a tu lado,
creí ver la risa de tu verano,
deseé proferir la victoria en un llanto,
esperé a tu lado y perdí el encanto.

No me quedan lágrimas,
no me quedan ganas,
no me queda nada a que aferrarme,
no tengo nada que perdonarte.

Si esto es el amor,
si para esto pierdo mi ingenio,
si en esto gasté mi aliento,
mi victoria es el dolor

No volverás a vencerme,
no maldito destino,
no volverás a ganarme una sonrisa
ni con besos, ni con vino,
ni con calma, ni con prisa,
ni con golpes, ni con caricias.

El puzle de trozos insatisfechos
ennegrecidos, forjados en dolor
grabados en ellos un NO
de lo que asemeja un corazón.

Nunca más, y lo juro,
será para nadie mi amor,
mi gratitud o tensión
Que una última vez que bondad gasté
a un único hombre que yo amé.

Si éste es el fin de mis sentimientos,
si es el fin de mi extroversión,
se sellará con una única palabra
y ésta es DOLOR.

Fuiste el dueño de mis sueños,
el que me dio miel envenenada,
el que me hizo vibrar por los suelos,
el que dejó mi alma helada.

Este es el fin de mi querer,
este es el adiós definitivo,
que por nadie mis lágrimas derramaré
ni mi pensamiento volveré a ofrecer.